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Xyphacanthus - Acto 4: La Respuesta a la Pregunta de un Principe (23.02)

A veces las preguntas simples te pueden infundir sin que lo hayas deseado y pueden obsesionar tu mente durante mucho tiempo, antes de que puedas erradicarlas. Recibí una de estas del Principe Yrkanis que en la ingenuidad de su juventud se las arregló para vencer a mis conocimientos botánicos.

El Príncipe no tenía más años que los dedos que poseo, y su padre me hizo su tutor al mismo tiempo que me designó arquitecto orgánico de su Reino. El recuerdo de esa tarde es nítido en mi mente, y todavía me recuerdo apoyado sobre un joven árbol de mi invernadero al que mi riego regular no parecía complacer.

Con su cuello estirado y balanceandose sobre sus pies Yrkanis estaba observando el Rotoa creciendo en una esquina de la habitación, Liria y yo habíamos intentado, ni de lejos satisfactoriamente, aclimatar esta planta con la vegetación del bosque, y está había perseverado un poco más que las otras.

"¿No tiene hojas?"

Siendo distraído momentáneamente de mis pesquisas botánicas, mecánicamente gane algo de tiempo:
"¿Hmm?".
"El Rotoa, ¿No tiene hojas?" preguntó el chico.

Sin levantar la vista de mi trabajo, pensé y contesté:
"Esta es una planta que crece en las Raíces Primarias. No concibe la luz, con lo cual no necesita hojas".
"Ah".

Unas pequeñas hojas de Irena crujieron bajo mis manos, como si se hubieran secado bajo el Sol del Desierto Ardiente, a pesar de que un pequeño lago se formaba bajo sus pies. 

"Y las flores  - ¿Son comestibles?"
"¿Las flores? No. Parecen suculentas, pero nadie se come las flores, algunos dicen que son tóxicas".
"¿Y eso es cierto?".
"No, no lo creo".

El Príncipe se sumió en sus pensamientos un momento y luego continuó:
"Y los Armas, ¿Comen las flores de Rotoa?".
"Ni los Armas, ni ningún otro animal. Las flores no son sabrosas y te pondrías enfermo, mi Príncipe", dije bruscamente ya que mi paciencia se agotaba.
"Entonces las espinas - ¿Para qué son?".

Con un pequeño cuchillo removí la tierra alrededor del joven árbol que no quería beber, con motivo de aumentar el agua que penetraría en la raíces. El tiempo apremiaba, además de que sólo una pequeña hoja del pequeño arbusto era verde, el resto había sido remplazado por un amarillo aburrido y ominoso. 

"Si nada se quiere comer las plantas, ¿Para qué son?" insistió.
"Los Rotoa no tienen espinas, mi Príncipe. Y me tengo que concentrar en esto.."
"¡Tienen! ¡Éste tiene! Aquí".

Completamente distraído y ahora incluso intrigado fui a reunirme con el joven Yrkanis. Su pequeño dedo extendido escarbaba la tierra en torno a las raíces. Escondidos bajo ella, pequeños bultos puntiagudos defendían las ramas bajo tierra, y me sorprendió  no haber notado esto nunca. 

El niño guardó silencio por un momento, sumido en sus pensamientos y sus observaciones del Rotoa para después declarar:
"De todas maneras, no tiene sentido: nadie podría atacar bajo tierra, el peligro siempre viene desde arriba".
 
"Eso es bastante cierto".
"Pero entonces; las espinas, ¿Para qué son?".

Junto al niño observé esta planta curiosa por un momento antes de contestar, vencido:
"No lo sé. No tengo ni idea, mi Príncipe".
"Ah", dijo Yrkanis, antes de irse a ver otra planta.

Aunque el Príncipe pareciese satisfecho con mi respuesta, no era mi caso. Este tema me continuó obsesionando durante años y mi conocimiento ha sido puesto a prueba por un largo tiempo por las pequeñas espinas que parecen no tener un propósito.

"Notas personales sobre Botánica y Horticultura" por Lenardi Bravichi.

***

Cuiccio Perinia levantó la vista de las notas de Bravichi Lenardi. Cogiendo su abrigo se dispuso a marcharse y reunirse con los aventureros en el Conservatorio Real después de su regreso de las Raíces Primarias* con las semillas de Rotoa modificadas por el Botánico Gilado Almati un siglo antes.

(*) [OOC] Sunday, 23 February 2014 20:00:00 UTC (1 decade ago). [/OOC]
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