Cuento de Anyume
Esta es la historia de una buen gibbaï.
Es verdad que la mayoría de los gibbaï son rudos, sucios y algo groseros, pero, ¿sabías que cuando ellos corren tras de ti, con los brazos abiertos, de hecho tratan de darte un abrazo?
Pero nosotros los homins, no nos gusta mucho los abrazos de gibbaï.
Éste gibbaï fue aún más cariñoso que los otros.
Él soñaba con ser abrazado, acariciado y despiojado.
Así que cuando él veía a los homins cosechando tranquilamente o teniendo un picnic en la selva, siempre iba a darles la bienvenida, con la esperanza de ser invitado a unirse en sus actividades.
Desafortunadamente, en cuanto lo veían, los homins corrían y se escapaban - si es que no le tiran cosas.
Esto hizo al gibbaï muy triste.
Una vez, se tiñó el pelo de rojo, porque los homins suelen hablar con gibbaïs rojos. Pero resultó que tampoco daban abrazos a gibbaïs rojos. Además el tinte rojo no funciona tan bien en el pelaje negro del gibbaï.
Una noches de la Atysvidad, él oyó risas y cantos.
Cerca, vio numerosos homins reunidos, sentados y escuchando una historia por un Fyro.
En silencio, se acercó a escuchar.
Nadie lo vio. Solo y triste entre los homins, por un momento creyó que era uno de ellos.
Se fue antes de que cualquier homin se diera cuenta, porque no quería que este momento de paz termine con las armas desenfundadas.
Dedico este cuento a todo gibbaï, que a pesar de sus desagradables modales y su inconveniencia social, a menudo disfrutan sus sueños y dulzura sin poder compartirlo con los demás.
Esta es la historia de una buen gibbaï.
Es verdad que la mayoría de los gibbaï son rudos, sucios y algo groseros, pero, ¿sabías que cuando ellos corren tras de ti, con los brazos abiertos, de hecho tratan de darte un abrazo?
Pero nosotros los homins, no nos gusta mucho los abrazos de gibbaï.
Éste gibbaï fue aún más cariñoso que los otros.
Él soñaba con ser abrazado, acariciado y despiojado.
Así que cuando él veía a los homins cosechando tranquilamente o teniendo un picnic en la selva, siempre iba a darles la bienvenida, con la esperanza de ser invitado a unirse en sus actividades.
Desafortunadamente, en cuanto lo veían, los homins corrían y se escapaban - si es que no le tiran cosas.
Esto hizo al gibbaï muy triste.
Una vez, se tiñó el pelo de rojo, porque los homins suelen hablar con gibbaïs rojos. Pero resultó que tampoco daban abrazos a gibbaïs rojos. Además el tinte rojo no funciona tan bien en el pelaje negro del gibbaï.
Una noches de la Atysvidad, él oyó risas y cantos.
Cerca, vio numerosos homins reunidos, sentados y escuchando una historia por un Fyro.
En silencio, se acercó a escuchar.
Nadie lo vio. Solo y triste entre los homins, por un momento creyó que era uno de ellos.
Se fue antes de que cualquier homin se diera cuenta, porque no quería que este momento de paz termine con las armas desenfundadas.
Dedico este cuento a todo gibbaï, que a pesar de sus desagradables modales y su inconveniencia social, a menudo disfrutan sus sueños y dulzura sin poder compartirlo con los demás.