Historia de Lutrykin: El gingo que se comió el sol.
En una noche de Atysvidad, un yubo que se distraía con los copos de nieve escucho a alguien llorar.
Se acercó y descubrió un bebe gingo.
Se disponía a irse, pero el bebe lloraba, lloraba...
Aun siendo un gingo, y aunque en otro momento fuesen enemigos, era noche de Atysvidad y el yubo no podía soportar ver a alguien triste en un día como ese.
No obstante, no estaba dispuesto a dejarse comer. Entonces tubo una idea.
Volvió sobre sus pasos y recogió algunos cuernos de capryni que había visto antes.
Se los ató a la cabeza con unas lianas de slaveni, y tapó los nudos con un poco de fibra roja que trajo el viento.
Con ese disfráz se presentó a si mismo como emisario de Atysvidad.
"He escuchado tu dolor en esta noche en la que todo deberían ser sonrisas" Le dijo al gingo "¡Dime qué es lo que te hace tan miserable!"
El gingo contuvo sus lágrimas, sorprendido por la aparición.
Explicó: "¡Me he comido el sol y ahora nunca vendrá el día!
Nací con los primeros rayos del amanecer,
he jugado toda la mañana en la nieve,
y luego he encontrado un gran árbol lleno de luz.
He saltado, saltado para cojer todas las luces,
he golpeado a todas,
pero cuando cayó la última,
llegó la noche..."
El yubo pensó profundamente. Entonces tuvo otra idea.
Le explicó al gingo que rompiendo todas las luces había ofendido al Kami de las fiestas.
Pero, con ánimo de reparar la afrente, tendría que hacer todo lo que se le pidiera.
El gingo, encantado con tener la oportunidad de redimirse, prometio al yubo de Atysvidad hacer todo lo que le fuera pedido.
Después de eso el yubo le llevó al bosque, al pie de Rotoa. Había un zumbido en lo alto.
Como el Rotoa siempre está en flor, incluso en invierno, las abejas todavía estaban haciendo miel.
Dijo el yubo: "¡Cuéntales tu historia a las abejas y convencelas de que te den miel para hacer que el sol vuelva!"
El gingo narró su historia y las abejas se lo pasaron tan bien que le trajeron un enorme panal.
"No lo pierdas, ahora vamos al desierto".
Fueron al bosque llameante, donde el Bothaya calienta la atmósfera.
El yubo le dijo al gingo que esparciera la miel por uno de los jóvenes brotes.
Una y otra vez, con lo cual el gingo estaba pegajoso.
Pero en el palo, debido al calor, la miel se caramelizó.
Tras ello, con un golpe de sus dientes, el yubo cortó la vara y la cogió.
Fueron a los lagos.
Allí, el yubo tuvo al gingo recogiendo muchas conchas de todos los colores.
Luego fueron a la jungla.
El yubo agitó la vara caramelizada y llegaron las luciernas atraídas por el olor.
Muchas quedaron pegadas, incluso en el pelo del gingo.
"¡Y ahora al Árbol de Atysvidad!"
Regresaron rápido.
El gingo salto y salto otra vez para colocar las conchas que había recogido en el árbol.
A las luciernagas les divirtió hacerlas brillar.
La vara de azucar liberaba un agradable perfume.
El yubo sonrío satisfecho de si mismo. El gingo miraba a la nueva y reluciente decoración.
Y entonces el sol comenzó de nuevo a brillar.
¡Habían pasado toda la noche corriendo por la Corteza para decorar el árbol!
A partir de este día, los yubo se disfrazan en Atysvidad y los bastones de Atysvidad son el símbolo de la festividad!
En una noche de Atysvidad, un yubo que se distraía con los copos de nieve escucho a alguien llorar.
Se acercó y descubrió un bebe gingo.
Se disponía a irse, pero el bebe lloraba, lloraba...
Aun siendo un gingo, y aunque en otro momento fuesen enemigos, era noche de Atysvidad y el yubo no podía soportar ver a alguien triste en un día como ese.
No obstante, no estaba dispuesto a dejarse comer. Entonces tubo una idea.
Volvió sobre sus pasos y recogió algunos cuernos de capryni que había visto antes.
Se los ató a la cabeza con unas lianas de slaveni, y tapó los nudos con un poco de fibra roja que trajo el viento.
Con ese disfráz se presentó a si mismo como emisario de Atysvidad.
"He escuchado tu dolor en esta noche en la que todo deberían ser sonrisas" Le dijo al gingo "¡Dime qué es lo que te hace tan miserable!"
El gingo contuvo sus lágrimas, sorprendido por la aparición.
Explicó: "¡Me he comido el sol y ahora nunca vendrá el día!
Nací con los primeros rayos del amanecer,
he jugado toda la mañana en la nieve,
y luego he encontrado un gran árbol lleno de luz.
He saltado, saltado para cojer todas las luces,
he golpeado a todas,
pero cuando cayó la última,
llegó la noche..."
El yubo pensó profundamente. Entonces tuvo otra idea.
Le explicó al gingo que rompiendo todas las luces había ofendido al Kami de las fiestas.
Pero, con ánimo de reparar la afrente, tendría que hacer todo lo que se le pidiera.
El gingo, encantado con tener la oportunidad de redimirse, prometio al yubo de Atysvidad hacer todo lo que le fuera pedido.
Después de eso el yubo le llevó al bosque, al pie de Rotoa. Había un zumbido en lo alto.
Como el Rotoa siempre está en flor, incluso en invierno, las abejas todavía estaban haciendo miel.
Dijo el yubo: "¡Cuéntales tu historia a las abejas y convencelas de que te den miel para hacer que el sol vuelva!"
El gingo narró su historia y las abejas se lo pasaron tan bien que le trajeron un enorme panal.
"No lo pierdas, ahora vamos al desierto".
Fueron al bosque llameante, donde el Bothaya calienta la atmósfera.
El yubo le dijo al gingo que esparciera la miel por uno de los jóvenes brotes.
Una y otra vez, con lo cual el gingo estaba pegajoso.
Pero en el palo, debido al calor, la miel se caramelizó.
Tras ello, con un golpe de sus dientes, el yubo cortó la vara y la cogió.
Fueron a los lagos.
Allí, el yubo tuvo al gingo recogiendo muchas conchas de todos los colores.
Luego fueron a la jungla.
El yubo agitó la vara caramelizada y llegaron las luciernas atraídas por el olor.
Muchas quedaron pegadas, incluso en el pelo del gingo.
"¡Y ahora al Árbol de Atysvidad!"
Regresaron rápido.
El gingo salto y salto otra vez para colocar las conchas que había recogido en el árbol.
A las luciernagas les divirtió hacerlas brillar.
La vara de azucar liberaba un agradable perfume.
El yubo sonrío satisfecho de si mismo. El gingo miraba a la nueva y reluciente decoración.
Y entonces el sol comenzó de nuevo a brillar.
¡Habían pasado toda la noche corriendo por la Corteza para decorar el árbol!
A partir de este día, los yubo se disfrazan en Atysvidad y los bastones de Atysvidad son el símbolo de la festividad!