No le dijo nada a Zhen en ese momento. Había arrastrado a su endemoniado marido de vuelta a su piso con una bolsa de agua caliente y una tetera llena. De todas formas, el Iluminado no estaba en posición de darse cuenta de los problemas del kamista.
A la pila de izams por enviar, Haokan había añadido una carta para Gicha Cirinia*, en la que pedía a uno de los suyos que viniera a ocuparse de los excesos de su querido marido. Zhen había chillado contra este abandono, pero no era posible gestionarlo todo al mismo tiempo. Cuando volviera a estar bien... se lo explicaría.
Lo más difícil había sido decírselo a los niños. Todos los demás eran adultos, las cartas que Feinigan había escrito de antemano bastarían (y los kamis sabían qué clase de horror había sido capaz de escribir a algunos de ellos...), pero a los niños... Había ido a casa de Crystabell, los había reunido, les había explicado lo más sobriamente posible, resistiendo aún más sus ganas de ponerse el casco. Les debía aguantar, mostrarles serenidad y estabilidad. Todos habían llorado un poco y habían hecho algunas preguntas embarazosas.
Lo peor había venido, obviamente, de Grigri:
- ¿Podemos verlo?
- Nacido. No es una visión agradable.
- Seguro que sí, Wawa. Pero es que... es difícil de imaginar.
- Ya... ya veremos, ukio? Voy a tener que llevarme su cuerpo en un último viaje, así que quizá podamos reunirnos en la playa y los que quieran podrán despedirse antes de irnos.
- ¿Dónde lo llevas?
- No puedo decírtelo, Grigri. Tenía algo que ver con sus creencias religiosas, pero no le gustaba que los no iniciados supieran cosas así.
- El Dragón, pfff, lo sé. ¡Dijo que yo también sería una gran sacerdotisa algún día!
- Que los kamis te salven de este destino... mientras tanto, nace. Si realmente quieres, será una ceremonia en la playa, pero eso es todo. Y no quiero discutirlo más.
Luego tuvo que volver a empezar en casa de Pyr, prometiendo a los niños que vivían allí otra ceremonia en la Forja. El viejo fyros que los vigilaba lo había llevado aparte antes de partir:
- ¿Vas a... hacer lo que él quería?
- Lo intentaré, yui.
- No estoy en buena forma para correr a ayudarte, pero puedo pedirle a una de mis sobrinitas que te ayude, por el Fuego.
- Es que...
- Es una piromante, alguien confiable, que conoce los Ritos Antiguos.
- No te ofendas, Xymolaus, pero no tengo mucha confianza en... tu gente.
- ¿Lo suficiente para confiarme niños, pero no para quemar un cuerpo?
- Tampoco... Pero no tengo mucha elección sobre los niños, y Feinigan confió en ti lo suficiente para eso, así que me conformaré con eso. El resto no puede ser tan difícil.
- Nunca has encendido un fuego de verdad, Zoraï. Y menos aún lo dominas. Acepta la ayuda, si no quieres empezar otro Coriolis... o terminar pareciendo un idiota.
- ... Lo pensaré. Tengo otras cosas que hacer primero, de todos modos.
A la pila de izams por enviar, Haokan había añadido una carta para Gicha Cirinia*, en la que pedía a uno de los suyos que viniera a ocuparse de los excesos de su querido marido. Zhen había chillado contra este abandono, pero no era posible gestionarlo todo al mismo tiempo. Cuando volviera a estar bien... se lo explicaría.
Lo más difícil había sido decírselo a los niños. Todos los demás eran adultos, las cartas que Feinigan había escrito de antemano bastarían (y los kamis sabían qué clase de horror había sido capaz de escribir a algunos de ellos...), pero a los niños... Había ido a casa de Crystabell, los había reunido, les había explicado lo más sobriamente posible, resistiendo aún más sus ganas de ponerse el casco. Les debía aguantar, mostrarles serenidad y estabilidad. Todos habían llorado un poco y habían hecho algunas preguntas embarazosas.
Lo peor había venido, obviamente, de Grigri:
- ¿Podemos verlo?
- Nacido. No es una visión agradable.
- Seguro que sí, Wawa. Pero es que... es difícil de imaginar.
- Ya... ya veremos, ukio? Voy a tener que llevarme su cuerpo en un último viaje, así que quizá podamos reunirnos en la playa y los que quieran podrán despedirse antes de irnos.
- ¿Dónde lo llevas?
- No puedo decírtelo, Grigri. Tenía algo que ver con sus creencias religiosas, pero no le gustaba que los no iniciados supieran cosas así.
- El Dragón, pfff, lo sé. ¡Dijo que yo también sería una gran sacerdotisa algún día!
- Que los kamis te salven de este destino... mientras tanto, nace. Si realmente quieres, será una ceremonia en la playa, pero eso es todo. Y no quiero discutirlo más.
Luego tuvo que volver a empezar en casa de Pyr, prometiendo a los niños que vivían allí otra ceremonia en la Forja. El viejo fyros que los vigilaba lo había llevado aparte antes de partir:
- ¿Vas a... hacer lo que él quería?
- Lo intentaré, yui.
- No estoy en buena forma para correr a ayudarte, pero puedo pedirle a una de mis sobrinitas que te ayude, por el Fuego.
- Es que...
- Es una piromante, alguien confiable, que conoce los Ritos Antiguos.
- No te ofendas, Xymolaus, pero no tengo mucha confianza en... tu gente.
- ¿Lo suficiente para confiarme niños, pero no para quemar un cuerpo?
- Tampoco... Pero no tengo mucha elección sobre los niños, y Feinigan confió en ti lo suficiente para eso, así que me conformaré con eso. El resto no puede ser tan difícil.
- Nunca has encendido un fuego de verdad, Zoraï. Y menos aún lo dominas. Acepta la ayuda, si no quieres empezar otro Coriolis... o terminar pareciendo un idiota.
- ... Lo pensaré. Tengo otras cosas que hacer primero, de todos modos.
Note HRP
* Gicha Cirinia: Líder de la tribu de los Iluminados.