Lore & Chroniques


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Lettre de Nine Ginti à sa mère, Sevalda Ginti (décédée avant la rédaction de la lettre) – Folially, 2ème CA 2586

Ma mère,


Nous n’avons jamais été proches. Vous avez toujours été bien plus absorbée par vos recherches et votre mentor que par votre propre famille. J’ai cru que l’amitié de Lea Lenardi me permettrait de m’élever dans la société. Que, grâce à elle, je pourrais trouver une place à la Cour. Me faire un nom par moi-même. Ne plus être la fille de l’apprentie de Bravichi.
Et puis le tyran Jinovitch est arrivé, et vous avez fui.

Je ne sais plus si je dois vous remercier ou vous maudire pour ça. Peut-être que je n’aurais jamais rencontré Zane. Malgré toutes ces années, je n’ai jamais su pourquoi elle m’avait approchée. Oh, je sais bien qu’elle cherchait quelque chose. Je ne suis pas si naïve. Mais était-ce votre mentor qu’elle visait ? Le futur Karan à travers sa promise ? Ou autre chose ?

Peu importe.

Elle m’a montré qu’il existait autre chose. Une autre voie. Une autre façon de ne plus être votre fille. Bien sûr les philtres des Dryades ont dû jouer un rôle. Mais je n’y aurais jamais goûté si j’avais eu une mère pour m’en empêcher. Si vous aviez été mon modèle plutôt que mon repoussoir. Si vous m’aviez offert autre chose qu’une place subalterne dans votre ombre. Et alors, je n’aurais pas trahi Lea.

Non. Je me berce d'illusions.

J’aurais rejoint Zane quand même. Lea était déjà perdue pour moi. Je la sentais distante. Je crois qu’elle aussi essayait d’avoir sa place. Comme c’est étrange. Maintenant que j’y pense, je me demande si nous n’avons pas, toutes les deux, lutté pour être nous-mêmes. Pour ne pas être la fille de. L’épouse de. Peut-être ai-je, en un sens, eu plus de chance qu’elle.

Étrange pensée.

Finalement c’est peut-être pour ça qu’elle m’a demandé de retrouver le coffret de son père. Pour prouver à son mari qu’elle pouvait avoir une valeur par elle-même. Autre que de porter un héritier. Quelle ironie ! Prouver sa valeur grâce aux restes d’un autre. Mais c’est bien ce que je vais faire moi-même. Oh comme je comprends mieux Lea aujourd’hui qu’alors !

Car tout à l’heure je vais remettre le coffret de Bravichi Lenardi à sa fille.

Ce coffret que ce serviteur dont j’ai oublié le nom vous avait remis au hasard de vos errances. Il avait peur, se croyait poursuivi, vous avait-il dit. Je me demande ce qu’il est advenu de lui. A-t-il été sauvé en vous remettant le savoir de son maître ? A-t-il trouvé la sécurité loin de son pays natal ? Ou a-t-il échoué, comme vous, parmi des étrangers qui le toléraient à peine ?

Car vous étiez tolérée, ma mère.
Confier le coffret de Bravichi aux Dryades pour que son savoir ne soit jamais plus utilisé vous a peut-être offert une protection contre les kitins. Mais vous n’avez jamais été des nôtres. Des leurs. Et Zane avait autant pour mission de récupérer les informations utiles que de vous surveiller.
Je sais que vous en aviez conscience. Contrairement à moi, vous n’avez pas cherché à suivre leur voie. À les comprendre. À préserver la pureté d’Atys contre les agissements d’homins comme votre ancien mentor. Vous avez fait ce qu’il fallait pour qu’on vous laisse en paix.
À part ce jour-là… Vous n’auriez pas dû agir ainsi, ma mère. Vous aviez réussi à vous faire oublier ou presque. Vous auriez dû rester à votre place.

Peu importe aujourd’hui. J’ai laissé ma culpabilité là-bas dans le Bosquet de la Confusion.
Je ne veux pas croire que mon intolérance progressive aux potions et aux philtres puisse être le résultat de votre action. Mais puisque je ne peux plus être une Dryade. Puisque je n’entends plus qu’un faible écho du chant des plantes. Puisque je ne suis plus qu’une vieille homine, seule et fatiguée. Je vais suivre le dernier chemin qui me soit encore ouvert. Retrouver la dernière amie qu’il me reste. Si c’est encore une amie. Pour essayer de renouer avec elle le fil de notre insouciance.

Ou au moins pour ne pas mourir seule, comme vous.

Peut-être que je pourrai enfin me débarrasser de vous en me débarrassant de l’héritage de votre mentor.

Je vous hais, ma mère.

Dernière édition par Tamarea (il y a 7 ans).

#2 Multilingue 

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Memorias de Gidi Antobi, menina de la Karae Lea – 2º CA 2586
La memoria es extraña. Uno recuerda momentos fugaces de sentimientos e imágenes tan cortas que podrían no haber existido nunca, y aún así se marcan más profundos que el terrible torbellino de un Enjambre.

No recuerdo el día que me encontré a la Karae Lea Lenardi. Oh, puedo construír el recuerdo; el salón del trono, la ansiedad de mi madre mientras giraba a mi alrededor como un izam dando el toque final a su nido, el murmullo de todos los Nobles congregados… Pero estas son imágenes, sonidos, que estoy ensamblando de otros momentos traídos desde mi memoria.
Por otro lado recuerdo con precisión la primera vez que vi sonreír a mi Karae. Su rostro se iluminó como si hubiera sido tocado por la mismísima mano de Jena, y supe en ese momento exacto que le serviré hasta el día en que me una con la Diosa. Sólo tengo que cerrar los ojos para que este recuerdo ilumine la oscuridad de mi memoria, y para que esta sensación de nuevo caliente mis ancianos huesos.
Sí, este momento vivirá en mi para siempre.

La memoria es realmente extraña. Parece que fue ayer.

Karae Lea recibía a Nine Ginti, una vieja amiga suya, una homina que había sido cercana a ella pero a quien no había visto en varios años de Jena.
No le he dicho nada a la Karae, pero sé que los Karan han dado estrictas órdenes a los guardias que la escoltaron al Palacio: se dice que esta Nine Ginti pasó años con los Dríadas y todos saben que los Dríadas Antiguos están locos. Los rumores más ridículos hablan de como ella escapó con la ayuda de varios Nobles y el Maestro de Armas, pero no creo ninguna de esas historias fantásticas, que solo sirven para sobresaltar a la gente en las tabernas.
De todas formas, no hay duda alguna de que Na-Karan se toma la seguridad de su madre a pecho. La obedeceré sin rechistar si esa homina intenta algo en contra de la vida de Karae, aunque me cueste la vida.

No me toca a mi juzgar, pero cuán inexpresiva parecía esa homina cuando llegó a la puerta de los cuarteles de mi Karae. Aunque ya no entrase mucha luz, ni tampoco personas, era obvio que su atuendo era de lo más sucinto. Y ella estaba allí de pie, en la puerta, sujetando contra sí misma ese cofre que parecía bloquear sus brazos, y parpadeando como un Tryker borracho.
Finalmente, entró y la guié a la habitación donde mi Karae pasa la mayor parte de su tiempo.

La anuncié, sin ningún título dado que carece de uno, y entró en la habitación. Y fue entonces cuando ocurrió. Mi Karae, quien puede permanecer inmóvil durante horas, observando un escenario que sólo ella puede ver, la mente perdida en sendas donde no puedo acompañarla… Mi Karae se puso tensa y sus ojos se iluminaron de una manera que no había visto desde hacía muchísimo tiempo. En aquel momento, no podría decir qué emoción la conmovía de aquella manera de repente, pero yo misma sentí algo, como una extraña calidez, incluso tal vez esperanza, mientras la veía volver a la vida finalmente.

Nine Ginti, por supuesto, no se había percatado de nada. Dudó por un momento, intentó hacer una reverencia, casi deja caer el cofre… Finalmente , se quedó plantada allí, preguntándose qué hacer.
Mi Karae terminó por hacerle gestos para que se acercara. Llamándola por su apellido. ¡Y la visitante respondío llamándola “Lea”! Casi exploto en my puesto, pero me controlé, y me aseguré de que tomase asiento lo suficientemente lejos de la silla de la Karae Lea.
Fue cuando puso el cofre en el suelo que comprendí: había triunfo en los ojos de mi Karae. Por que finalmente había recobrado lo que nadie más le había traído: el conocimiento de su padre, el Arquitecto de Vida, el gran Bravichi Lenardi.

El resto de la visita no fue de gran interés.
Nine Ginti contó su historia de la época cuando ella y mi Karae se reunieron por última vez. Sospecho que no contó todo. Especialmente en relación a cómo se las arregló para que su madre le confiara el cofre, así como las razones que la condujeron a los Dríadas Antiguos. Insistió especialmente en el hecho que era ella quien traía el cofre de vuelta, como se lo había pedido la Karae. Me habría encantado señalar que había tardado mucho más tiempo del necesario incluso arrastrandose desde la Arboleda hasta Yrkarnis, pero la Karae Lea sólo tenía oídos para ella y le agradeció el haberse tomado tantas molestias por ella.
Finalmente se fue, dejando el cofre por supuesto.

Jena sabe que no confío en esa homina. Pero cuando volví a la habitación de mi Karae, estaba sosteniendo el cofre en sus rodillas acariciándolo lentamente. Y estaba sonriendo. Con esa sonrisa que sólo ella tiene, y que contiene un reflejo de la luz de la Diosa.

Me pidió no juzgar a Nine con dureza, y obedeceré. Porque ella es mi Karae.
Y debido a que su vieja amiga le devolvió la sonrisa.

Edité 2 fois | Dernière édition par Gaueko (il y a 9 ans).

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