ROLEPLAY


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#83 [fr] 

Canillia cerró lentamente el último informe, con los dedos apretando la cubierta de cuero.

Las palabras se desdibujaron ante sus ojos cansados.
Los mismos problemas, las mismas tensiones que asolaban la región.
Los Merodeadores estaban extendiendo su influencia, y Akila, a la cabeza del bando de Primavera Oculta, consolidaba su poder con una brutalidad implacable.
Intentos fallidos, golpes inoportunos.
El caos parecía reinar, escurriéndose como arena entre los dedos de Canillia.

Esperaba una señal, un avance, por pequeño que fuera.
Pero los informes no dejaban lugar al optimismo.

Por si fuera poco, Léa se había marchado.

Una discusión absurda, provocada por una chispa insignificante.
Una palabra fuera de lugar, tal vez, o ese silencio tenso que ella sabía tan bien cómo mantener cuando estaba al límite de su ingenio.
Léa había alzado la voz y levantado las manos con esa exasperación tan familiar.
Luego se fue, con sus botas golpeando el suelo de la casa como una campana.

- Vuelvo a casa, a Pyr. Te estaré esperando...
Pero no para siempre", dijo con voz fría.


Altarae, a pocos metros, lo había visto todo.

Todos oídos.


La anciana, con la espalda encorvada pero la mirada penetrante, cruzó los brazos sobre su pecho arrugado.
Su rostro, curtido por los años pasados entre el polvo y las sombras, mostraba una expresión de desaprobación casi cómica.

Se dirigió hacia Canillia.

- ¡Oh, Dios!
¿Te has vuelto loco?
Léa, ¡no es sólo una figurita que pones en un rincón cuando te conviene!

- Altarae, ahora no... suspiró Canillia, agotada.

- Bueno, ¿S'rae no tiene tiempo?
No voy a aprender de ti que no puedes convertirte en jefe chasqueando los dedos, ¿verdad?
Pero si crees que el trabajo lo sustituye todo, acabarás solo como un calcetín viejo con un agujero.

Canillia levantó la cabeza, sorprendida por la dureza de su tono.

- ¡Estoy hablando de la vida, chico!

añadió Altarae, martilleando cada palabra con su dedo índice en forma de gancho.

¡El de verdad, no el de tus malditos informes de detective!
Tienes que ponerte las pilas antes de que todo lo importante se te escape.

Se hizo el silencio por un momento. Canillia bajó los ojos y se mordió el labio inferior.

- Dijo que me esperaría... pero no para siempre", murmuró.

- Entonces, ¿a qué esperas para unirte a él?
¿Una patada en el culo? gruñó Altarae con una sonrisa burlona.

Canillia sonrió a su pesar.
Altarae tenía el don de reducir la complejidad de la vida a una verdad brutal pero saludable.

- A lo mejor eres muy listo con tus cosas", concluyó la vieja homínida mientras se alejaba,
Pero cuando se trata de amor, cariño, tienes mucho que aprender..."

#84 [fr] 

Pyr estaba sofocada bajo un sol implacable, y el calor hacía vibrar el aire del barrio obrero de la Route du Sud.
Los gritos de los mercaderes, mezclados con el polvo amarillo que levantaban los transeúntes, y los olores a especias, cuero curtido y sudor llenaban el ambiente.
Canillia se abrió paso entre la multitud, tensa como una cuerda a punto de romperse.

Por fin la vio, apoyada despreocupadamente contra una pared sombreada, a pocos pasos de un pequeño puesto de frutos secos.
Léa estaba de pie, cruzada de brazos, con una expresión indescifrable en el rostro.
Llevaba su ligera túnica zorai atada a la cintura, dejando los hombros al descubierto.

Su mirada se desvió hacia los Matis sin ningún brillo en particular.

Canillia aminoró la marcha, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.

- Hola", respiró roncamente.

- Hola", respondió Léa secamente.

Se hizo un gran silencio. La multitud seguía moviéndose a su alrededor, indiferente.

- He venido hasta aquí para disculparme", intentó decir Canillia, sintiéndose un poco insegura.

Léa enarcó una ceja.

- ¿Es así? ¿Así que encontraste un nicho entre dos informes?

Canillia sintió el golpe, pero mantuvo la compostura.

- Metí la pata... Sé que te dejé fuera.

- ¿A un lado?", repitió Léa, inclinando la cabeza.
¿Hablas en serio?


No estaba de tu lado, Canillia, ya ni siquiera estaba en tu campo de visión.

Se enderezó, abandonando la pared para mirar a Canillia, con los ojos encendidos de ira contenida.

- Por muy listo que seas, ¿no viste que me estaba quemando?
¿No sentiste que perdías lo que teníamos?

Canillia bajó los ojos, el peso de la culpa la aplastaba.

- Quiero arreglarlo", murmuró.

- ¿Reparar? Léa se rió amargamente. Se arregla un mueble roto, no una historia que se cae a pedazos.

Canillia sintió que la invadía una oleada de desesperación.

- Dime qué hacer... Por favor, Lea.

Léa la miró fijamente durante un largo instante, con una expresión que oscilaba entre la dureza y la ternura.

- ¿Qué tienes que hacer? Tomar una decisión.
Entre yo y tus malditos secretos.

Porque no quiero ser una sombra en tu vida, una opción cuando no tienes nada más que hacer.

Canillia sintió que las piernas se le doblaban bajo la presión.

- Te quiero", suspiró, con lágrimas en los ojos.

- Entonces demuéstralo -dijo Léa con suavidad, pero con implacable firmeza.

La presa cedió.
Canillia rompió a llorar, con los hombros temblorosos por el dolor contenido durante demasiado tiempo.

Léa la miró un momento y luego su expresión se suavizó.
Dio un paso hacia ella, luego otro, y finalmente la atrajo hacia sus brazos.

- Ven aquí", murmuró.

Canillia se dejó caer contra Lea, sus lágrimas mojaron la ligera túnica.

- Eres muy atractivo, ¿sabes?", susurró Léa mientras le acariciaba suavemente el pelo.

Canillia levantó un rostro aún devastado por la emoción, buscando desesperadamente una pizca de perdón.
Léa le sonrió por fin, aquella cálida sonrisa que siempre había sido su luz.

- Pero tú eres mi cabeza", añadió, antes de besarle suavemente.

El mundo que les rodeaba parecía desvanecerse, dejando sólo la calidez de aquel momento suspendido.

#85 [fr] 

El despacho de Yrkanis estaba bañado por una suave luz que se filtraba a través de las pesadas cortinas de lino verde oscuro.
Fuera, los sonidos familiares de la ciudad susurraban, pero aquí todo parecía suspendido, congelado en una tensión casi palpable.

Canillia estaba sentada frente a su escritorio,
una sola hoja de vitela inmaculada extendida ante ella, en cuya cabecera figuraba el Árbol de la Orden de Alkiane.
La pluma, que sujetaba firmemente entre los dedos, permanecía inmóvil, como paralizada por el peso de las palabras que no podía escribir.

Cerró los ojos un momento, buscando un soplo de inspiración que no llegó.

Los recuerdos se agolpaban en su mente:
los años pasados al servicio de la Orden, las misiones llevadas a cabo con determinación, los sacrificios realizados sin cuestionarlos nunca.
Cada línea de tinta que dibujara sería un corte limpio a través de esa parte de sí misma.

La primera palabra aterrizó finalmente en el pergamino, vacilante:

*Al Consejo de la muy Filira Orden Alkiane...*


Pero se detuvo en seco.
Sonaba demasiado frío, demasiado administrativo, como una simple misiva burocrática.

No era lo que ella quería.


Dejó escapar un ronco suspiro y arrugó el papel con furia. El ruido resonó en toda la habitación.

- No es tan complicado", murmuró para sí misma, apretando las mandíbulas.

Sí, lo era.
Porque al escribir esta carta, aceptó que su vida dedicada a la Orden llegaba a su fin.
Estaba dando la espalda a una parte de sí misma, la que la había convertido en una Alkiën leal, en un pilar anónimo del Reino.

Sus dedos temblorosos agarraron una nueva hoja de papel.
Esta vez, obligó a la pluma a deslizarse por la vitela sin detenerse.

*Al Consejo


Volvió a hacer una pausa. El silencio era pesado.

Sus pensamientos volvieron a Léa, a ese argumento final.
A esta llorosa necesidad de vivir, por fin, para algo más que secretos y misiones.

Miró por la ventana.
Las ramas de las casas Matis ondeaban suavemente con la brisa.
La naturaleza siguió su curso, indiferente a sus tormentos.

Canillia sintió un dolor sordo en la garganta.
"El deber ya no es suficiente", pensó con resignada amargura.

Un escalofrío le recorrió la espalda, pero con él llegó una extraña sensación de calma.
Tal vez esta carta, esta renuncia, no era debilidad, sino una forma de valentía.

La pluma trazó entonces las palabras con mayor determinación.

*Renuncio a la Filira Ordre Alkiane.


Escribirlo le daba vértigo.

Pero siguió adelante, porque tenía que llegar hasta el final.

Cuando terminó la última línea, Canillia dejó caer la pluma, sin aliento.
Le invadió una extraña mezcla de dolor y alivio.

Por fin había encontrado las palabras, y con ellas la fuerza para despedirse.

Selló la carta con un gesto firme, colocando el sello rojo que marcaría su partida a los ojos del Consejo.

Canillia se levantó, sosteniendo el sobre como un peso que era a la vez pesado y liberador.
Se dirigió a la puerta, donde la esperaba su fiel Lyssan.

- Lleva esto directamente al Consejo", dijo con voz más firme de lo que sentía.

El homínido hizo una reverencia y se puso en marcha enérgicamente.

Canillia permaneció inmóvil un momento, con la mirada perdida.
Su corazón aún sangraba por la renuncia, pero algo dentro de ella había empezado a sanar.

El camino por delante seguía siendo incierto.
Pero por primera vez en mucho tiempo, Canillia tuvo la impresión de que caminaba hacia una vida que por fin le pertenecería.

Editado 5 veces | Última edición por Canillia (1 mes hace)

#86 [fr] 

Canillia camina por los interminables pasillos del palacio, sus pasos resuenan débilmente contra las paredes vivas.
El aire es pesado, cargado del embriagador aroma de las flores de Matis. Sin embargo, un frío glacial le muerde la piel.
A su alrededor, las sombras danzan, retorciéndose en formas grotescas que parecen seguirla con la mirada.

Gira en ángulo.
De repente, aparece la silueta de Léa.
Su pelo de fuego brilla bajo la luz irreal, pero sus ojos están llenos de tristeza.
Canillia quiso acercarse, pero el suelo cedió bajo sus pies y cayó en un vacío infinito.

La voz de Léa resuena a su alrededor, suave y distante:

"¿Por qué me has abandonado?"


El suelo se levanta de repente.
Canillia se encuentra en medio de las dunas de Dyron, barrida por un viento abrasador.
Gritos de guerra resuenan en la distancia, siluetas indistintas luchan en una nube de serrín.
Corre hacia ellos, con el corazón latiéndole desbocado, pero cuanto más avanza, más se alejan.

Ella lo ve:
Lea, sola en medio del campo de batalla, rodeada de Fyros armados.
Sus rostros están distorsionados por el odio y sus ojos brillan de ira.
Canillia grita, su voz se quiebra con el viento.
Quiso lanzarse entre ellos, pero sus piernas estaban ancladas al suelo.

Lea vuelve lentamente la mirada hacia ella, sus ojos fríos, ajenos.

"Sólo eres un Matis..."


murmuró antes de desaparecer en un remolino de serrín.

Canillia se despertó sobresaltada, con el corazón latiéndole desbocado y la respiración entrecortada.
El refugio queda sumido en la oscuridad, iluminado únicamente por el débil resplandor de unas brasas moribundas.
Gira la cabeza y ve a Léa, plácidamente dormida, con el rostro relajado, casi infantil.

Un escalofrío recorrió al viejo Alkiën.
El sueño se le pega, más real que nunca.
Se llevó una mano temblorosa a la cara, enjugándose una lágrima que no había sentido caer.
Léa murmuró algo en sueños,
Se mueve ligeramente, pero no se despierta.

Canillia la miró largo rato, con el corazón encogido.
Volvió a tumbarse, mirando al techo, con los ojos muy abiertos.
No se atreve a cerrar los ojos por miedo a volver a caer en la pesadilla.

Editado 2 veces | Última edición por Canillia (4 semanas hace)

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