Lore & Chronicles


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En aquellas primeras horas de la tarde del verano, un calor húmedo envolvía Yrkanis y, mientras la plebe sigue atareada en sus cosas aunque con más desidia que de costumbre, los nobles disfrutaban de la frescura de los salones de sus viviendas arbóreas. Sin embargo, había una joven Matis de la alta sociedad que atravesaba la ciudad con paso decidido, atrayendo irresistiblemente la atención de los jóvenes en su paso, tanto por sus maneras nobles como su inquietante belleza.

El excepcional bochorno de este mes de thermis no parecía mucho incomodarla, a pesar del largo vestido de luto que ceñía su pecho y cayó en un drapeado de seda. La joven noble caminó en un ondeo de tela púrpura, seguido de cerca por una vieja criada con los brazos cargados de flores y por una camarilla de servilismo a la modesta indumentaria.
Algunos de ellos trataron de acaparar su mirada, unos ejecutando una profunda reverencia en comisión de servicios, otros pronunciando con voz vibrante " ¡Mis homenajes, Filirae Xytis ! "sin conseguir más que una ligera señal de cabeza en respuesta.

Llegando a la gran puerta de Yrkanis, la guapa se despidió de los inoportunos que se dispersaron en un ligero susurro, como un vuelo de izams de colores brillantes. Su criada les miraba un rato antes de seguir los pasos de su dueña en la dirección del cementerio. Una tumba había sido excavado recientemente, a juzgar por el relleno, y la oscuridad que la cubrió la de ella, contrastando con la corteza de los alrededores cubierta de musgo y otra micro-vegetación.

– Puedes poner las flores aquí, Nine.
– Muy bien, Filirae.

Disponiendo los diferentes ramos sobre la superficie de la tumba fresca, la vieja criada vio a su dueña rozando la pequeña estela de madera que marcaba la ubicación.
Después de haber guardado respetuosamente un momento de silencio, ella se atrevió a preguntarle lo que le ardía de impaciencia.

– Disculpame Filirae pero... ¿quién está enterrado aquí ?
– Una Fyros que estaba al servicio de mi familia durante mucho tiempo. El anuncio de su muerte fue un shock.
– Padre pensó hacer bien en contratarte inmediatamente después para reemplazarla. En otras circunstancias, te habría hecho mejor bienvenida, Nine, pero... a decir verdad la extraño mucho.
– El Asesor Xytis me había dicho nada. ¡Mi mas sentido pésame! grito la criada que lo sentía mucho.
Después de un silencio muy largo, la criada se arriesgó a añadir :
– ¿Está seguro que recogerse a meditar junto a la tumba de una criada conviene a su rango ? ¿Usted no tiene miedo a los chismes ?
La joven noble sonrió, burlón.
– Hace ya tiempo que no le doy más atención a este tipo de chismes... Sabes, Nine, mi padre aun siendo Consejero Real, por mucha gente, sigue siendo kterhos. Mi madre tuvo que enfrentarse a las miradas de desaprobación de toda la Corte cuando ella decidió casarse con él. Hasta sus amigas le dieron la espalda... Sin embargo, nunca se ha arrepentido de su elección. Y como ella solía decirlo : ¡lo único que vale es la nobleza del corazón !

La criada pensó que este tipo de agudeza era exclusividad de aquellos que demasiado disfrutaron de los privilegios de la vida en la Corte. Pero ella se quitó rápidamente este pensamiento de la cabeza, y contestó con deferencia.

– Su madre es un modelo de rectitud y dignidad, Filirae ! Sólo creo que no todos comparten sus puntos de vista...
– ¡Hazme un favor y por lo tanto deja de preocuparte por mi reputación ! Cuando has conocido a alguien toda tu vida, ¿qué hay más natural que rendirle un último homenaje ? Criada o no, ella era un miembro de mi Casa, como es tu caso de ahora en adelante. ¿No te encantaría que venga adornar con flores tu tumba el día que Jena volverá a llamarte cerca de ella ?

Nine Ginti quedo callada. Sin saberlo, su joven dueña la había herida profundamente recordándole que los únicos funerales que ella podía reclamar serían los de un simple doméstico. Ella, el último representante de la Casa noble Ginti, la amiga de la infancia de Lea Lenardi, terminaría en el humus del cementerio con los anónimos que la Historia no retendrá, jamas. Mirando hacia las copas de la capital, regadas por la savia de sus inmortales nobles héroes, reprimió sus lágrimas y sonrió por la ocasión.

– Usted es demasiado buena, Filirae !

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