Lore & Chronicles


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De las brasas emerge la llama

Por un instante, me pareció encontrarme frente al Emperador Dexton.

Estábamos en la oficina de trabajo imperial, los celiakos Lyan Cexius, Ibiphan Dynix, Dios Apotheps y yo, uno de sus asesores más cercanos. Lykos, Emperador del Desierto Ardiente, estaba ante nosotros. La intensidad de su ardiente mirada era igual a la fuerza de su voz mientras se paseaba detrás de su imponente escritorio de madera tallada. El suelo, testigo mudo de una reciente escena caótica, estaba cubierto con un grueso de diversos documentos y objetos.

Un crujir de ropajes llamó mi atención, y vi a Plenatheus Ibidos, el joven escriba del Emperador que, desconcertado por ese escándalo inusual, se había retirado unos pasos para refugiarse en las sombras. 

Y, de repente, sonreí.

¡Yo había vivido esto tan a menudo en el pasado! El difunto emperador Dexton tenía el mismo aspecto y explotaba de la misma manera extravagante cuando algo importante le desagradaba. Pero eso no duraba jamás mucho tiempo, y siempre poco después nacía una decisión impregnada por los cuatro pilares. Lykos, actuando tal como lo hacía su padre antes, acabó por fin, paradojicamente, saliendo de su sombra, y tuve la suerte de ser testigo de la escena.

Esos eran los hechos. El Imperio iba mal, el caso Atreus había dividido a los Patriotas y el Emperador mismo había sido traicionado por los suyos. Él respondió con misericordia, pero su mano extendida fue rechazada. Y los enemigos del Imperio ya no dudan en venir a burlarse hasta las mismas puertas de la Gran Pyr. El tiempo ya no era de discursos ni compromiso. Era de determinación y acción.

Lykos hizo tabula rasa con el pasado, como había hecho con su escritorio momentos antes. Cualquier vacilación desapareció de sus ojos y su voz. Decidido, confiado. Un gran emperador.

Hizo llamar a Denathus Deukos, actual Teniente Ardiente del Gremio Imperial de los Rostros Quemados, en quien tenía total confianza, y le nombró nuevo Maestro Ardiente. Este último recibió un único mes atysiano después de la ceremonia oficial de inducción, que se celebraría al día siguiente, para reorganizar su gremio y traerlo de vuelta a su máxima eficiencia.

Lykos se encargó después de la estructura polítca de las Ciudades Imperiales. El método ancestral de elección de akenak, conocido por el nombre de "el voto de la daga", se vuelve inservible sobre el terreno, tanto por la falta de candidatos como por falta de entusiasmo electoral entre los Patriotas. No queda más que un akenak en Dyron, uno en Pyr y ninguno en Thesos. La razón es simple: los puestos libres se llenan de polvo debido a un sistema de elección lento. Las ciudades imperiales se anquilosan por la lentitud administrativa, y el conjunto del Imperio parece entrar en estado de hibernación. Esto no puede seguir así. Se necesita una simplificación del sistema.

En cuanto a Thesos ... ¡Ah! Thesos ... Ella, que era a la vez mi orgullo y mi desesperación... Cerré los ojos durante un instante, presa de un pequeño mareo volviendo a pensar en los pilares ultrajados por tantos Patriotas de Thesos. ¿Por qué no pude ver venir el desastre? ¿Por qué no pude mantener intactos los cuatro pilares en mi Ciudad? Me sentí viejo durante un instante... como si Atreus me hubiera extraído parte de esa vitalidad que tenía antes. 

Sentí los ojos ardientes del sharükos sobre mí. Al abrir los ojos, me enderecé, alisando de forma casi inconscientemente los pliegues de mi toga de celiakos. Sentí nacer en mí una nueva fuerza. Su fuerza. Al dar la vuelta, ya estaba listo para afrontar el futuro.

El Emperador conversó con nostros. Calmadamente, sin rodeos o falsos pretextos. Nos escuchó, le informamos de las propuestas del Senado. Y el decidió.

Lykos se acercaó a su escriba y dictó dos decretos. En una situación de urgencia, soluciones urgentes. El primero detallaba el nuevo sistema de elección de los akenak y los akenos, así como las responsabilidades que incumbirán a los nuevos representantes del sharükos en las Ciudades. El segundo, excepcional y provisional, sancionaba políticamente la complicidad pasiva, como la activa, de una parte de los habitantes de Thesos en relación con el caso Atreus. En ellos queda recuperar la confianza del Emperador. No se debe jugar con los cuatro pilares. 

Unas semanas más tarde, los dos decretos imperiales fueron publicados en cada Ciudad del Desierto Ardiente.


Extracto de "Las escenas del Poder Imperial",
escrio por el celiakos Abycus Zecops el 4º CA 2584

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