Memorias de Gidi Antobi, menina de la Karae Lea – 2º CA 2586
La memoria es extraña. Uno recuerda momentos fugaces de sentimientos e imágenes tan cortas que podrían no haber existido nunca, y aún así se marcan más profundos que el terrible torbellino de un Enjambre.
No recuerdo el día que me encontré a la Karae Lea Lenardi. Oh, puedo construír el recuerdo; el salón del trono, la ansiedad de mi madre mientras giraba a mi alrededor como un izam dando el toque final a su nido, el murmullo de todos los Nobles congregados… Pero estas son imágenes, sonidos, que estoy ensamblando de otros momentos traídos desde mi memoria.
Por otro lado recuerdo con precisión la primera vez que vi sonreír a mi Karae. Su rostro se iluminó como si hubiera sido tocado por la mismísima mano de Jena, y supe en ese momento exacto que le serviré hasta el día en que me una con la Diosa. Sólo tengo que cerrar los ojos para que este recuerdo ilumine la oscuridad de mi memoria, y para que esta sensación de nuevo caliente mis ancianos huesos.
Sí, este momento vivirá en mi para siempre.
La memoria es realmente extraña. Parece que fue ayer.
Karae Lea recibía a Nine Ginti, una vieja amiga suya, una homina que había sido cercana a ella pero a quien no había visto en varios años de Jena.
No le he dicho nada a la Karae, pero sé que los Karan han dado estrictas órdenes a los guardias que la escoltaron al Palacio: se dice que esta Nine Ginti pasó años con los Dríadas y todos saben que los Dríadas Antiguos están locos. Los rumores más ridículos hablan de como ella escapó con la ayuda de varios Nobles y el Maestro de Armas, pero no creo ninguna de esas historias fantásticas, que solo sirven para sobresaltar a la gente en las tabernas.
De todas formas, no hay duda alguna de que Na-Karan se toma la seguridad de su madre a pecho. La obedeceré sin rechistar si esa homina intenta algo en contra de la vida de Karae, aunque me cueste la vida.
No me toca a mi juzgar, pero cuán inexpresiva parecía esa homina cuando llegó a la puerta de los cuarteles de mi Karae. Aunque ya no entrase mucha luz, ni tampoco personas, era obvio que su atuendo era de lo más sucinto. Y ella estaba allí de pie, en la puerta, sujetando contra sí misma ese cofre que parecía bloquear sus brazos, y parpadeando como un Tryker borracho.
Finalmente, entró y la guié a la habitación donde mi Karae pasa la mayor parte de su tiempo.
La anuncié, sin ningún título dado que carece de uno, y entró en la habitación. Y fue entonces cuando ocurrió. Mi Karae, quien puede permanecer inmóvil durante horas, observando un escenario que sólo ella puede ver, la mente perdida en sendas donde no puedo acompañarla… Mi Karae se puso tensa y sus ojos se iluminaron de una manera que no había visto desde hacía muchísimo tiempo. En aquel momento, no podría decir qué emoción la conmovía de aquella manera de repente, pero yo misma sentí algo, como una extraña calidez, incluso tal vez esperanza, mientras la veía volver a la vida finalmente.
Nine Ginti, por supuesto, no se había percatado de nada. Dudó por un momento, intentó hacer una reverencia, casi deja caer el cofre… Finalmente , se quedó plantada allí, preguntándose qué hacer.
Mi Karae terminó por hacerle gestos para que se acercara. Llamándola por su apellido. ¡Y la visitante respondío llamándola “Lea”! Casi exploto en my puesto, pero me controlé, y me aseguré de que tomase asiento lo suficientemente lejos de la silla de la Karae Lea.
Fue cuando puso el cofre en el suelo que comprendí: había triunfo en los ojos de mi Karae. Por que finalmente había recobrado lo que nadie más le había traído: el conocimiento de su padre, el Arquitecto de Vida, el gran Bravichi Lenardi.
El resto de la visita no fue de gran interés.
Nine Ginti contó su historia de la época cuando ella y mi Karae se reunieron por última vez. Sospecho que no contó todo. Especialmente en relación a cómo se las arregló para que su madre le confiara el cofre, así como las razones que la condujeron a los Dríadas Antiguos. Insistió especialmente en el hecho que era ella quien traía el cofre de vuelta, como se lo había pedido la Karae. Me habría encantado señalar que había tardado mucho más tiempo del necesario incluso arrastrandose desde la Arboleda hasta Yrkarnis, pero la Karae Lea sólo tenía oídos para ella y le agradeció el haberse tomado tantas molestias por ella.
Finalmente se fue, dejando el cofre por supuesto.
Jena sabe que no confío en esa homina. Pero cuando volví a la habitación de mi Karae, estaba sosteniendo el cofre en sus rodillas acariciándolo lentamente. Y estaba sonriendo. Con esa sonrisa que sólo ella tiene, y que contiene un reflejo de la luz de la Diosa.
Me pidió no juzgar a Nine con dureza, y obedeceré. Porque ella es mi Karae.
Y debido a que su vieja amiga le devolvió la sonrisa.